Ya hace dos años y medio de ese momento que nos marca a todos, mi fin de residencia. Ya veía que se iba acercando desde finales de mi tercer año. Y ante la situación que se iba planteando difícil, fui preparándome no sólo para superar los retos y la inseguridad propios de todo recién adjunto, sino también para la posibilidad de ni siquiera poder tenerlos por un tiempo.
Tuve la gran suerte de poder contar con una muy buena formación clínica junto a un enfoque investigador. Desde el inicio de la residencia participé activamente en varios proyectos y publicaciones, lo cual me fue gustando cada vez más. Y, volviendo al momento crucial de fin de residencia, decidí seguir ese camino.
Como todo “casi-especialista”, mis últimos 6 meses consistieron en un sinfín de envío de C.V.s. Comencé por prepararlo en 3 idiomas, y luego los fui distribuyendo por todos los medios posibles: páginas web de empleo en Europa (EURES, etc.), sistemas de bolsa de empleo europeos (NHS, páginas de hospitales europeos…), correos electrónicos personales a diversos jefes de servicio, LinkedIn, y en mano en diversos cursos, congresos y hospitales. También respondí a solicitudes de trabajo de la página ESTRO y la Cancer Research UK. A pesar de ese gran esfuerzo, llegó el día de fin de residencia, y los únicos frutos que me habían dado fue una entrevista por Skype para un puesto de investigación clínica en Londres. El proyecto era apasionante, y era la posibilidad de trabajar con líderes en la materia. Preparé una presentación sobre el tema del proyecto, respondí bastante bien a las preguntas, pero había un mejor candidato. Asi que cuando ya me había resignado a pasar algunas semanas de “vacaciones”, me llegó una posibilidad de hacer una sustitución en un hospital Español. Yo aún tenía ansias de seguir un camino más orientado hacia la investigación, pero decidí aceptarlo mientras esperaba mi oportunidad.
¡Y hace ahora justo dos años llegó! Una persona que había visto sólo una vez en un cóctel del ESTRO Young en la ESTRO 31 de Barcelona milagrosamente se acordó de mi. Fue, y aún es mi benefactora. Me ofreció postular para hacer un Diploma Europeo en Investigación en Cancerología Clínica y Traslacional, a través de la Universidad Paris Sud, asociado un proyecto de investigación con el Institut Gustave Roussy. ¡Y, esta vez si, me la concedieron!
Preparé mis maletas, metí todo en mi coche, y conduje 2000 km en 5 días. Iba rumbo a un futuro definido por al menos un año, y después vería donde la aventura me llevaría. Aunque admito que algo dentro de mi me decía que París no me dejaría irme tan fácilmente. Tenía todo lo que buscaba, un centro puntero en investigación en oncología junto con una vida cultural vibrante, una gran mezcla de culturas y razas, y esa magnífica pastelería! Sólo había un pequeño detalle: no hablaba francés. Mi trabajo lo realizaba dentro de un proyecto multicéntrico Europeo, con lo cual para comunicarme el inglés era ideal. Pero el día a día era otra cosa… Con la inestimable ayuda de mi benefactora, logré encontrar un piso de alquiler (tarea complicadísima en París), y poco a poco fui asentándome. Al principio fue muy frustrante no poder comunicarme, y siempre llegaba a casa con dolor de cabeza de intentar hablar francés. Pero empecé a tomar clases, y aprendí que en francés se dice igual: “Petit à petit, pas à pas”.
Temía que la investigación en un centro de este calibre resultaría muy complicada, pero luego me di cuenta que si bien exigía una gran dedicación y entusiasmo para asimilarlo, tenía las herramientas necesarias para adaptarme e ir aprendiendo. Durante ese año fui ganando experiencia, y con ello confianza, y al final fui capaz de ser autónoma en una serie de tareas. E incluso al final me dieron la posibilidad de quedarme como adjunta en clínica, y supervisar a un estudiante que llevaría el mismo proyecto de investigación conmigo el año siguiente.
La clínica fue, y aún es, otro gran reto. Por mucho que siga progresando en francés, y aún tome clases, hay ciertas situaciones donde es difícil expresarme. Esto ocurre tanto con pacientes como con compañeros. Sin embargo tengo la gran suerte de estar en un centro donde hay muchos médicos de diferentes nacionalidades, y todos son muy tolerantes. Por otra parte, hay algunos pacientes que se alegran muchísimo de tener un médico que pueda hablarles en su idioma, en lugar de depender de traductores. También hay prácticas diferentes, de los que he aprendido muchísimo. A la vez, he podido aportar mi punto de vista diferente que también ha tenido una repercusión positiva aquí. Y lo más gratificante es además poder participar en proyectos de investigación desde todas las etapas, desde participar en la escritura de propuestas, pasando por la redacción de formularios de colecta de datos, la colecta en si y los seguimientos a muy largo plazo, las reuniones con los promotores, ir solucionando los problemas que surgen durante el estudio y hacer enmiendas, por fin cerrar las inclusiones y por fin llegar al momento del análisis estadístico y la escritura de un abstract o un artículo. Cada paso supone un enorme esfuerzo, ¡pero cuando se llega al final todo merece la pena!
Y creo que mi mensaje final es ese, os recomendaría a todos la experiencia de trabajar fuera, ya sea por un tiempo más corto para adquirir experiencia, o algunos años para realmente profundizar. Es un periodo de maduración personal y profesional muy intenso y enriquecedor, que se atesora para toda la vida.
Autora: Dra. Eleonor Rivin del Campo
Posición: Oncóloga radioterápica
Institución: Instituto Gustave-Roussy
Localización: Villejuif (Francia)