#DMLinfoma
Con motivo del Día Mundial del Linfoma entrevistamos al Dr. Amadeo Wals,
Facultativo Especialista de Área en Oncología Radioterápica
del Hospital Virgen Macarena de Sevilla y miembro de SEOR.
¿Qué es un linfoma?
Es una enfermedad neoplásica de la sangre, de los territorios linfáticos, que viene a ser también un sistema circulatorio accesorio. Los linfomas son un conjunto de enfermedades que afectan a esos tejidos, es decir, a los ganglios y a la sangre. Se diferencia de las leucemias en que se asientan, en la mayoría de los casos, en los ganglios linfáticos. Estos territorios linfáticos se ven afectados por células cancerosas de la sangre, concretamente los llamados ‘linfocitos’, pueden estar más o menos extendidos y tienen unas características asociadas al tipo de linfocito que se vuelve maligno.
¿Qué tipos básicos de linfomas hay?
Existen linfomas que se llaman ‘Hodgkinianos’ (por el descubridor Dr. Hodgkin en 1832) y otros con otras características diferentes llamados ‘no Hodgkinianos’ (LNH). En estos últimos se observa un aumento de incidencia en los últimos años (6.130 casos nuevos en España en el año 2012, según EUCAN, http://eco.iarc.fr/eucan/). Los linfomas de Hodgkin, sin embargo, mantienen una incidencia sin cambios o a la baja (1.150 casos nuevos en el 2012, según la misma fuente citada EUCAN).
Los LNH se pueden dividir en dos grupos pronósticos: linfomas de crecimiento lento y linfomas de crecimiento rápido. Los tipos de crecimiento lento de LNH tienen un pronóstico relativamente bueno, con una mediana de supervivencia de hasta 20 años, pero habitualmente no son curables en los estadios clínicos avanzados.
¿Cuáles son los síntomas y cómo se diagnostica?
Habitualmente los síntomas pueden pasar inicialmente como cualquier enfermedad benigna, por ejemplo una gripe, sudoraciones nocturnas o picores. Pero normalmente el paciente se lo detecta él sólo, casi siempre, ya que aparecen tumoraciones o bultos en territorios ganglionares, como pueden ser el cuello, las axilas y las ingles. Si se afectan otros territorios, dentro del tórax o abdomen, pueden pasar más tiempo desapercibidos, hasta que el paciente acude por ejemplo por una pérdida inexplicable de peso. El diagnóstico se da cuando el paciente contacta con el médico y éste le realiza una biopsia en uno de los ganglios afectados o del ‘bulto’ que se ha notado. Es muy importante determinar qué tipo de células son las afectadas, pues es así como se determina correctamente la opción terapéutica más oportuna. Asimismo, se hace un estudio de extensión para comprobar la expansión de la enfermedad en el cuerpo.
¿De qué tratamientos disponemos hoy en día?
Para los linfomas se aplica quimioterapia y radioterapia y en la última década se ha empezado también a aplicar las “dianas terapéuticas” o “agentes dirigidos” contra determinados antígenos que las células tumorales manifiestan en su superficie. En estadios precoces se suele aplicar una quimioterapia relativamente suave (2-4- ciclos), a la que se asocia en la mayoría de las veces sesiones de radioterapia. En estadios más avanzados el tratamiento con quimioterapia es más intenso, además la presencia de carga tumoral en estas etapas es elevada en el cuerpo del paciente, con lo cual necesita un complemento con radioterapia que suele dirigirse a las zonas que inicialmente tenía ‘más enfermedad’ (enfermedad bulky o voluminosa).
¿Cuál es el papel de la radioterapia en los linfomas?
Los estadios tempranos del LNH de crecimiento lento se pueden tratar eficazmente con radioterapia sola. Las dosis de radiación en linfomas son moderadas (entre 30-40 Gy, lo más habitual). Cuando el paciente recae de la enfermedad tras radioterapia suele ser en otras localizaciones no abarcadas previamente por aquella.
Los tipos de LNH de crecimiento rápido tienen una evolución natural más corta, pero un número significativo de estos pacientes se puede curar con regímenes intensivos de quimioterapia combinada y a veces trasplantes de médula ósea.
La radioterapia sigue siendo importante, a pesar de la evolución de los tratamientos. En la actualidad existen terapias dirigidas con anticuerpos monoclonales e inmunoterapia incorporadas en estos últimos años al arsenal terapéutico. Sin embargo cuando la enfermedad es extensa (estadios avanzados) y voluminosa la radioterapia se sigue aplicando a restos tumorales o donde la enfermedad inicialmente era más grande tras la terapia sistémica.
En los Linfomas de Hodgkin ocurre parecido, el papel de la radioterapia está más que comprobado. Aunque existen intentos de evitarla en estadios favorables, sobre todo en pacientes muy jóvenes tratando solo con quimioterapia, otros estudios, como los de la DEGRO (Sociedad Alemana de Radioncología) apuntan a la necesidad de usarla por el riesgo de aumentar las recidivas si no se aplica.
En la misma línea va otro estudio reciente /EORTC/LYSA/FIL H10 cuyos primeros análisis interinos apuntan a que si se obvia la radioterapia en pacientes que se dan negativo en estudio de revaluación mediante una PET (tomografía por emisión de positrones) tras quimioterapia se eleva el riesgo de recidiva temprana.
En estadios precoces y muy favorables la enfermedad puede ser controlable con radioterapia exclusiva o con 2 ciclos de QT y dosis bajas de radiación sobre ganglios afectos (ISRT).
En resumen, la radioterapia ha evolucionado en la tecnología que la aplica, las indicaciones y los lugares anatómicos a tratar. Hemos pasado de irradiar con campos amplios y extensos territorios ganglionares ‘sospechosos’ a tratar en exclusiva los ganglios en los que se ha demostrado que están afectos por la enfermedad linfomatosa (radioterapia de sitio afecto: ISRT). De momento no podemos ‘pasar de ella’.
¿Cuáles son los principales problemas que presentan estos pacientes en su supervivencia?
Los pacientes pueden tener problemas de segundos tumores a largo plazo. En la actualidad se pretende que la quimioterapia sea lo menos agresiva posible al igual que se intenta reducir las sesiones de radioterapia en los pacientes.
Otros problemas como las alteraciones hormonales, de fertilidad, psicológicos, etc se tienen en cuenta desde el principio del diagnostico y a los pacientes se les controla por los especialistas en su seguimiento protocolizado.
Gracias a la precisión con la que se actúa ahora en radioterapia, ésta se aplica únicamente en la zona afectada (técnica de campo afecto o sitio afecto), con lo cual los efectos secundarios agudos son menores y se reduce las toxicidades a largo plazo. En pacientes jóvenes hay más posibilidades de desarrollar a lo largo de toda su vida un segundo cáncer, pero es un pequeño porcentaje.
nccn.org
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/sites/myncbi/1Ni7bPHLehi/collections/48637100/public/