En la década de los años 50 del siglo pasado, la difusión de los tratamientos de radioterapia externa generó la necesidad de disponer de generadores más potentes y de mayor penetración. Los tubos de radioterapia convencional comercializados raramente sobrepasaban tensiones mayores de 300kV y no permitían una irradiación adecuada de localizaciones profundas. Se desarrollaron aparatos con tensiones de hasta un millón de volts pero su volumen y complejidad no permitieron su fabricación comercial. A la vez se inició el desarrollo de aceleradores lineales y betatrones, pero, al igual que anteriormente, la complejidad y frecuentes averías dificultaban su difusión comercial fuera de unos pocos centros académicos y experimentales.